LOMÉ – Durante décadas, la comunidad internacional se ha enfrentado al desafío de poner fin a la pobreza extrema, que es el principal Objetivo de Desarrollo Sostenible para 2030. A pesar de cierto progreso, seguimos muy retrasados: todavía hay alrededor de 700 millones de personas que luchan por sobrevivir con menos de 2,15 dólares diarios. Sin embargo, a diferencia de décadas anteriores, ahora tenemos una solución que se puede escalar rápidamente para acelerar el fin de la pobreza extrema: direccionar transferencias monetarias a los hogares más pobres.
El concepto en sí no es nuevo. La ayuda monetaria ha demostrado ser efectiva, en especial en caso de emergencias. Durante la pandemia del COVID-19, una de cada seis personas en el mundo recibió alguna asistencia monetaria. Las transferencias directas son herramientas potentes para ayudar a los individuos a ejercer el control de sus vidas e invertir en el bienestar de sus familias. Es por eso que los países de altos y medianos ingresos incorporan cada vez más la ayuda monetaria como una parte central de sus redes de asistencia social. Aun así, se estima que menos del 5% de los 200.000 millones de dólares que se gastan anualmente en desarrollo internacional se asigna a transferencias monetarias.
El impacto positivo de las transferencias monetarias está bien documentado y es innegable. La consecuencia de más de 300 pruebas de control aleatorias es que las transferencias pueden aumentar más de dos veces los ingresos, hacer subir la inscripción escolar y la iniciativa empresarial, disminuir las comidas salteadas, las enfermedades y la depresión, y reducir la violencia doméstica. Y, muy importante, ni reducen las horas trabajadas ni aumentan el gasto en productos de tentación como el tabaco y el alcohol. Mejor aún, cada transferencia de un dólar tiene un efecto derrame de aproximadamente 2,50 dólares en la economía local. Tres años después de la transferencia, los receptores siguen ganando más y están mejor educados. Una investigación reciente en Kenia demostró que una transferencia monetaria de pago único de 500 dólares fue particularmente efectiva para empoderar a las familias a hacer inversiones generadoras de ingresos.
LOMÉ – Durante décadas, la comunidad internacional se ha enfrentado al desafío de poner fin a la pobreza extrema, que es el principal Objetivo de Desarrollo Sostenible para 2030. A pesar de cierto progreso, seguimos muy retrasados: todavía hay alrededor de 700 millones de personas que luchan por sobrevivir con menos de 2,15 dólares diarios. Sin embargo, a diferencia de décadas anteriores, ahora tenemos una solución que se puede escalar rápidamente para acelerar el fin de la pobreza extrema: direccionar transferencias monetarias a los hogares más pobres.
El concepto en sí no es nuevo. La ayuda monetaria ha demostrado ser efectiva, en especial en caso de emergencias. Durante la pandemia del COVID-19, una de cada seis personas en el mundo recibió alguna asistencia monetaria. Las transferencias directas son herramientas potentes para ayudar a los individuos a ejercer el control de sus vidas e invertir en el bienestar de sus familias. Es por eso que los países de altos y medianos ingresos incorporan cada vez más la ayuda monetaria como una parte central de sus redes de asistencia social. Aun así, se estima que menos del 5% de los 200.000 millones de dólares que se gastan anualmente en desarrollo internacional se asigna a transferencias monetarias.
El impacto positivo de las transferencias monetarias está bien documentado y es innegable. La consecuencia de más de 300 pruebas de control aleatorias es que las transferencias pueden aumentar más de dos veces los ingresos, hacer subir la inscripción escolar y la iniciativa empresarial, disminuir las comidas salteadas, las enfermedades y la depresión, y reducir la violencia doméstica. Y, muy importante, ni reducen las horas trabajadas ni aumentan el gasto en productos de tentación como el tabaco y el alcohol. Mejor aún, cada transferencia de un dólar tiene un efecto derrame de aproximadamente 2,50 dólares en la economía local. Tres años después de la transferencia, los receptores siguen ganando más y están mejor educados. Una investigación reciente en Kenia demostró que una transferencia monetaria de pago único de 500 dólares fue particularmente efectiva para empoderar a las familias a hacer inversiones generadoras de ingresos.