LONDRES – Los borradores recientes del tratado pandémico global han sido ampliamente criticados por considerárselos “vergonzosos e injustos”. Cuando se abrió la última ronda de negociaciones el 18 de marzo, era evidente que se estaba ignorando una lección esencial de la pandemia del COVID-19: la salud pública y la salud de la economía son independientes.
Para lograr ambas es necesario reescribir las reglas de cómo se valoran, se producen y se distribuyen la salud y el bienestar -y cómo se gobiernan las economías-. El éxito del tratado dependerá de la voluntad de los estados miembro de incluir el capital en sus términos. Y eso, a su vez, exigirá un nuevo paradigma económico. Si el tratado se restringe progresivamente para que sea lo menos inofensivo posible, fracasará.
El Consejo sobre los Aspectos Económicos de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud, el cual presido, ya ha emitido recomendaciones para cómo proceder. Por empezar, los negociadores de todos los países deben mantenerse enfocados en el objetivo general de impedir que las futuras amenazas sanitarias se vuelvan catastróficas. Eso implica diseñar los términos del tratado -inclusive aquellos relacionados con la innovación, la propiedad intelectual (PI), la colaboración público-privada y el financiamiento- para que estén orientados a la misión. El capital debe ser la principal prioridad porque, en definitiva, todos los individuos -y todas las economías- sufren en una pandemia si las pruebas, las vacunas y la terapéutica que salva vidas no están a disposición de todos.
LONDRES – Los borradores recientes del tratado pandémico global han sido ampliamente criticados por considerárselos “vergonzosos e injustos”. Cuando se abrió la última ronda de negociaciones el 18 de marzo, era evidente que se estaba ignorando una lección esencial de la pandemia del COVID-19: la salud pública y la salud de la economía son independientes.
Para lograr ambas es necesario reescribir las reglas de cómo se valoran, se producen y se distribuyen la salud y el bienestar -y cómo se gobiernan las economías-. El éxito del tratado dependerá de la voluntad de los estados miembro de incluir el capital en sus términos. Y eso, a su vez, exigirá un nuevo paradigma económico. Si el tratado se restringe progresivamente para que sea lo menos inofensivo posible, fracasará.
El Consejo sobre los Aspectos Económicos de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud, el cual presido, ya ha emitido recomendaciones para cómo proceder. Por empezar, los negociadores de todos los países deben mantenerse enfocados en el objetivo general de impedir que las futuras amenazas sanitarias se vuelvan catastróficas. Eso implica diseñar los términos del tratado -inclusive aquellos relacionados con la innovación, la propiedad intelectual (PI), la colaboración público-privada y el financiamiento- para que estén orientados a la misión. El capital debe ser la principal prioridad porque, en definitiva, todos los individuos -y todas las economías- sufren en una pandemia si las pruebas, las vacunas y la terapéutica que salva vidas no están a disposición de todos.