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La clave de la transformación sanitaria en África

NUEVA DELHI – A pesar del flujo incesante de malas noticias venidas de todo el mundo, quedan razones para el optimismo. Un ejemplo notable procede de África, donde hay un renovado impulso hacia la producción farmacéutica local. Esto da pruebas de que incluso acontecimientos catastróficos, como una pandemia, pueden llevar a resultados positivos imprevistos.

El shock de la COVID‑19, que puso de manifiesto la urgencia de financiar los sistemas de salud pública y ampliar el acceso a tecnologías esenciales y a fármacos preventivos y terapéuticos, tendría que haber sido un llamado de atención para los gobiernos y las personas de todo el mundo. Pero en cuanto el virus estuvo bajo control, los países ricos volvieron a las mismas políticas y prácticas por las que la respuesta inicial a la pandemia fue tan desigual.

Ninguna parte del mundo ha sufrido tanto estas enormes desigualdades internacionales como África. Los países africanos fueron los últimos en recibir vacunas contra la COVID‑19 (ya que quedaron relegados detrás de países más ricos que las acapararon) y no tenían acceso a las tecnologías necesarias para la producción local. África equivale al 18% de la población mundial, pero al final de 2021 sólo había recibido el 3,3% de todas las vacunas que se administraron. Y a fines de 2022, el porcentaje apenas había aumentado a 5,5%.

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