NUEVA YORK – Los estudiantes universitarios que protestan en Estados Unidos por una Palestina libre «desde el río hasta el mar» se están exponiendo al ridículo. Alumnos de algunas de las universidades más caras y prestigiosas del país llevan kufiya, «liberan» los edificios universitarios como si fueran luchadores por la libertad y (al menos en el caso de una joven manifestante) exigen que las autoridades de la universidad les suministren agua y alimentos como «ayuda humanitaria básica».
Es verdad que todas las manifestaciones políticas son una forma de teatro. No todos los que protestan contra la matanza de numerosos civiles inocentes en Gaza se merecen el escarnio; y que se use contra ellos la violencia (tanto si lo hace la policía o, como sucedió en la Universidad de California en Los Ángeles, una turba) es inaceptable.
El problema es que la causa «antisionista» que está ganando terreno en los campus universitarios se muestra a menudo incoherente. Sus fundamentos ideológicos tienden a verlo todo interconectado: la brutalidad policial contra los afroamericanos, el calentamiento global, el imperialismo estadounidense, la supremacía blanca, la historia de la esclavitud en los Estados Unidos, el colonialismo europeo, la transfobia y la homofobia («Queers for Palestine») y ahora la guerra entre Israel y Hamás. Como dijo una estudiante de la Universidad Cornell entrevistada por el New York Times, la «justicia climática … tiene sus raíces en las mismas batallas, el imperialismo, el capitalismo, todas esas cosas. Creo que se aplica muy bien a este conflicto, al genocidio en Palestina».
NUEVA YORK – Los estudiantes universitarios que protestan en Estados Unidos por una Palestina libre «desde el río hasta el mar» se están exponiendo al ridículo. Alumnos de algunas de las universidades más caras y prestigiosas del país llevan kufiya, «liberan» los edificios universitarios como si fueran luchadores por la libertad y (al menos en el caso de una joven manifestante) exigen que las autoridades de la universidad les suministren agua y alimentos como «ayuda humanitaria básica».
Es verdad que todas las manifestaciones políticas son una forma de teatro. No todos los que protestan contra la matanza de numerosos civiles inocentes en Gaza se merecen el escarnio; y que se use contra ellos la violencia (tanto si lo hace la policía o, como sucedió en la Universidad de California en Los Ángeles, una turba) es inaceptable.
El problema es que la causa «antisionista» que está ganando terreno en los campus universitarios se muestra a menudo incoherente. Sus fundamentos ideológicos tienden a verlo todo interconectado: la brutalidad policial contra los afroamericanos, el calentamiento global, el imperialismo estadounidense, la supremacía blanca, la historia de la esclavitud en los Estados Unidos, el colonialismo europeo, la transfobia y la homofobia («Queers for Palestine») y ahora la guerra entre Israel y Hamás. Como dijo una estudiante de la Universidad Cornell entrevistada por el New York Times, la «justicia climática … tiene sus raíces en las mismas batallas, el imperialismo, el capitalismo, todas esas cosas. Creo que se aplica muy bien a este conflicto, al genocidio en Palestina».