WASHINGTON, DC – El colapso del Silicon Valley Bank en California del norte y el Signature Bank en Nueva York son las mayores quiebras bancarias desde 2008. Los activos de los bancos regionales y medianos se han ido a los suelos, y los depositantes y negocios están inquietos sobre quién será el próximo en caer. La administración del Presidente Joe Biden y la Reserva Federal han debido salir al paso para prevenir más corridas bancarias impulsadas por el pánico y proteger el sistema financiero más amplio donde se necesite hacerlo.
Para los legisladores, las entidades reguladoras, las juntas directivas de los bancos y los directores ejecutivos de todo el mundo, estas repentinas bancarrotas son un fuerte recordatorio de que el trabajo de asegurar la estabilidad y solidez de una firma no termina nunca. En el caso de SVB y el Signature Bank, hay muchas responsabilidades que repartir.
Una gran parte de ellas recae en los congresistas y miembros de la administración del ex Presidente Donald Trump que cedieron a los grupos de presión y decidieron que sería sensato aliviar la carga normativa y de capital de los llamados bancos menores. Los cambios legislativos realizados en 2018 eximieron a los bancos con activos por menos de $250 mil millones de la supervisión más estricta (que incluye pruebas de estrés y de capital) a la que se someten los bancos de mayor tamaño. Las razones para esto -que esos bancos no suponen riesgos sistémicos para la estabilidad del sistema financiero estadounidense- eran claramente espurias.
WASHINGTON, DC – El colapso del Silicon Valley Bank en California del norte y el Signature Bank en Nueva York son las mayores quiebras bancarias desde 2008. Los activos de los bancos regionales y medianos se han ido a los suelos, y los depositantes y negocios están inquietos sobre quién será el próximo en caer. La administración del Presidente Joe Biden y la Reserva Federal han debido salir al paso para prevenir más corridas bancarias impulsadas por el pánico y proteger el sistema financiero más amplio donde se necesite hacerlo.
Para los legisladores, las entidades reguladoras, las juntas directivas de los bancos y los directores ejecutivos de todo el mundo, estas repentinas bancarrotas son un fuerte recordatorio de que el trabajo de asegurar la estabilidad y solidez de una firma no termina nunca. En el caso de SVB y el Signature Bank, hay muchas responsabilidades que repartir.
Una gran parte de ellas recae en los congresistas y miembros de la administración del ex Presidente Donald Trump que cedieron a los grupos de presión y decidieron que sería sensato aliviar la carga normativa y de capital de los llamados bancos menores. Los cambios legislativos realizados en 2018 eximieron a los bancos con activos por menos de $250 mil millones de la supervisión más estricta (que incluye pruebas de estrés y de capital) a la que se someten los bancos de mayor tamaño. Las razones para esto -que esos bancos no suponen riesgos sistémicos para la estabilidad del sistema financiero estadounidense- eran claramente espurias.